El delfín Rodolfo, o Rodo, como también lo llamaban, tenía una gran amiga: Bía. Ella era dos veces estrella. Primero, porque era una estrella de mar. Segundo, porque era una talentosa bailarina.

En sus presentaciones ante numerosa platea, Rodolfo hacía girar a Bía como una pelota. Ella seguía el movimiento con gran maestría sin titubear ni siquiera una vez.

Era ella quien –en el extremo de su pico– giraba en puntas de pie y se equilibraba en una pierna como ave majestuosa.

Acabadas las piruetas, Bía se arrojaba al agua, artísticamente, para que Rodo pudiera rescatarla del fondo. De dentro de la gran piscina, surgían los dos: ella, bellamente recostada en la piel calva del delfín; él, como gentil caballero que sacaba de apuros a una encantadora dama.

Al final de la función, ambos saludaban al público a su manera: Rodolfo moviéndose en el agua y emitiendo sonidos de alegría y Bía haciendo plié, salto, plié, salto, e inclinándose ante la platea.

O golfinho Rodolfo, ou Rodo, como também era chamado, tinha uma grande amiga: a Bia. Ela era duas vezes estrela. Primeiro, porque era uma estrela de mar. Segundo, porque era uma talentosa bailarina.

Nas suas apresentações, diante de numerosa platéia, Rodolfo fazia Bia girar como uma bola. Ela seguia o movimento com grande maestria sem ficar estremecida uma vez sequer.

Depois, era ela quem – no extremo do seu bico – girava nas pontas dos pés e ficava se equilibrando numa perna como ave majestosa.

Acabadas essas piruetas, Bia se jogava na água, artisticamente, para que Rodo a resgatasse lá do fundo. De dentro do piscinão, surgiam os dois: ela belamente deitada na careca do golfinho, ele como gentil cavaleiro que tirava de apuros uma bela dama.

No final da função, os dois cumprimentavam o público à sua maneira: Rodolfo se mexendo na água e emitindo sons de alegria e Bia fazendo plié, salto, plié, salto, e logo se curvando diante da platéia.